Ayer, 22 de abril, fue el dĂa Internacional del planeta Tierra, lugar en el que desarrollamos nuestras vidas conscientes como seres humanos, en convivencia con muchas otras especies, mĂ¡s o menos lejos de nuestro hĂ¡bitat habitual. La mayorĂa de lectores de este artĂculo no tendrĂ¡n mĂ¡s de 120 años. Vivimos en un momento de paradigma, en la era o Ă©poca geolĂ³gica del antropoceno, en que ya no son fenĂ³menos geofĂsicos, geoquĂmicos, astronĂ³micos y atmosfĂ©ricos (derivados de los anteriores) los que marcan la evoluciĂ³n de la vida y recursos en el planeta, que surgiĂ³ unos 1000 millones de años despuĂ©s de su creaciĂ³n estimada (hace 4550 millones de años), si no la actividad de los que muchos consideran su mayor plaga y otros tantos su mayor esperanza: la humanidad.
Mantener la actividad vital de los mĂ¡s de 7500 millones de humanos que habitamos el planeta, alimentarnos, vestirnos y gestionar los productos de desecho de los que consumimos, tanto biolĂ³gicamente propios como del uso de materiales procesados en nuestra actividad, mĂ¡s o menos civilizada, es lo que mĂ¡s impacta en nuestro medio ambiente en todas las escalas. Desde la comunidad de tu vecindario a la regiĂ³n en las antĂpodas de la misma.
Algo en lo que coinciden gobiernos y ONGs es en los principales desafĂos para no destruir o agotar aquello de lo que vive la humanidad en el planeta, y cambiar las formas en que obtenemos y consumimos recursos como la alimentaciĂ³n, energĂa, cobijo, agua, salud y abrigo, y como nos deshacemos o reutilizamos los productos de deshecho de nuestra actividad en los procesos industriales que abastecen a la poblaciĂ³n. La alimentaciĂ³n se provee desde la agricultura, la energĂa, desde fuentes renovables o no renovables y fĂ³siles, el cobijo, desde la construcciĂ³n y los servicios para mantener hidrataciĂ³n, higiene y electricidad, y el abrigo, a travĂ©s del cobijo y la ropa. Son formas muy simples y abreviadas de resumir en muy pocos Ă¡mbitos nuestra forma de vida, al que hay que añadir gadgets y utensilios para nuestra comodidad y procesamiento domĂ©stico e industrial de alimentos, asĂ como para nuestro ocio. Todo lo que consumimos, a su vez, genera algĂºn que otro material de deshecho.
Somos 7500 millones de humanos. La mayorĂa residimos en ciudades, mejor o peor planificadas, con mayor o menor emisiĂ³n de CO2 que favorezca mĂ¡s o menos el cambio climĂ¡tico, y una gestiĂ³n de residuos, agua y energĂa mĂ¡s o menos eficiente. En todo caso, llegados al punto en que la mayorĂa de organizaciones tanto gubernamentales como no gubernamentales del planeta reconocen que hay que buscar formas mĂ¡s sostenibles de actividad en todos los frentes, organizar un cambio en cuanto a uso de recursos y gestiĂ³n de desechos, es una gesta colosal que requiere de la organizaciĂ³n en grupos y comunidades a diferentes escalas con leyes, directivas e iniciativas con horizontes temporales reales y objetivos alcanzables.
Por ello, la OrganizaciĂ³n de las Naciones Unidas, propuso en 2015 los Objetivos de Desarrollo Sostenible, a alcanzar en 2030. Con una serie de lĂneas de acciĂ³n y propuestas que, si la mayorĂa de las empresas asumen con gestos, acciones e iniciativas comunitarias por pequeñas que sean, ya estarĂ¡n haciendo frente al problema. Estos objetivos son un llamamiento a adoptar medidas que erradiquen las desigualdades, la pobreza, la garantĂa de paz y prosperidad y a la postre, la protecciĂ³n y preservaciĂ³n del planeta y sus ecosistemas terrestres y marinos, revirtiendo el impacto tan exagerado del ser humano en este planeta, que si bien seguirĂ¡ girando, lo harĂ¡ sin albergar en un futuro no muy lejano a nuestra especie. En nuestra mano estĂ¡ seguir cuidando de este hogar y fuente de vida que es el planeta tierra.